Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
“Idus” es una palabra del antiguo calendario romano para denominar a los días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses del año, entre ellos, agosto.
En la Argentina, como somos un país bastante particular, los “Idus” se dieron con anticipación el día 11 pasado tras las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Hubo quienes celebraron -y en forma- y otros que quedaron lamiéndose las heridas.
Los ciudadanos se expresaron a través de su voto y dejaron mensajes claros acerca de aquello reflejado por Sarmiento de libertad o barbarie. Buena parte del electorado denotó con su sufragio que ya no quiere ser parte o cómplice de esta barbarie posmoderna en la que estamos inmersos. Porque parafraseando a Sarmiento: “No hay bárbaro sin una civilización que procure destruir y apropiarse”.
Acá, desde 2003, un grupo, que llegó al poder con un voto minoritario, no sólo quiso perpetuarse sino también apropiarse de lo que no era de ellos, usar los recursos del Estado como propios; recurrir y/o hacer la vista gorda a la corrupción; pauperizar con métodos ideológicos a la educación; multiplicar la pobreza y tener de rehenes políticos a millones de personas con planes sociales; cooptar la Justicia y degradar con su mala praxis a las instituciones de la República; llevar la economía a un nivel de degradación e inflación exasperante; mentir a los cuatro vientos y nunca haciéndose cargo de sus propios errores; entre otras aberraciones que venimos soportando estoicamente hasta ahora.
Si bien tras los “Idus” de las PASO el panorama de las elecciones generales se presenta incierto, bueno es saber que una gran mayoría nos expresamos por votar libremente a los candidatos menos malos y, ahora, es preciso que afinemos la puntería cuidando la institucionalidad, especialmente en el Congreso de la Nación, para que éste se transforme en un gran estabilizador de cualquier locura mesiánica como hemos venido viviendo.
Es cierto que pedimos un cambio de reglas de juego, un ajustado gasto del Estado y una reforma impositiva clara, más libertad económica y sin cepos ni trabas a la producción, industrialización y exportación, más justicia, más orden y respeto a la Constitución Nacional; pero también es clave -insisto- nuestra activa participación, para poder escuchar de nuestros futuros gobernantes aquello que el romano Pompeyo le señaló a su ayudante Licinio: “Sabes, Licinio, sólo la autoridad de ser dignos nos pertenece para siempre. El poder y la púrpura son prestados. Le pertenecen a Roma”. Mis queridos amigos, el que quiera entender, que entienda…
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