Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Colgué el teléfono y nunca me di cuenta que mi hijo de 14 años, siguió con atención la charla, esas conversaciones sinceras entre dos amigos que no buscan ocultarse nada, a corazón abierto y con la dura realidad en las palabras. “Papá, en serio por lo que decís estamos en problemas” fue el simple resumen.
Y si, claro que lo estamos, porque a pesar de que el mundo debería superarse, de que el crecimiento intelectual, emocional y sobre todo, interior –porque la espiritualidad quedó atrás en los conceptos hace muchos años- al menos el ser humano, debería ser mejor como especie, superarse, evolucionar, ser mejores en definitiva. Si la respuesta es “no lo somos”, eso en Argentina, debería multiplicarse por mil, y a eso ponerle los ceros que cualquier calculadora científica pueda contener. Después del desastre, después de lo peor, después de los más torpes e inútiles en la escala, recién ahí, debemos venir nosotros. No hay manera de ser peores, teniendo absolutamente todo, somos el ejemplo perfecto de cómo voluntariamente, se puede fracasar.
Dicho esto y volviendo a la realidad lo que Lucca escuchó, fue mi simple opinión de cuáles son los motivos por los que estoy entre decepcionado, resignado y sobre todo, entregado a lo que pueda ocurrir políticamente de aquí en adelante. Tengo muy claro a quienes no voy a votar –algo que vengo haciendo en prácticamente todas las elecciones en las que he participado- pero jamás me ha pasado, de estar tan poco convencido, de a quien sí votar. Triste, pero crudamente real.
Cómo caí en esto? Simple, escuchando, leyendo, siguiendo las “campañas” de cada uno de los candidatos. Todo es reproche, todo es crítica hacia el otro, uno grita como un demente, con ideas tan poco practicables que a veces me parecen un absurdo, una suerte de “stand up” pero de la realidad, donde los “sueños de libertad” no son creíbles ni por mi propio hijo de 14 años. Odio, destrucción, ideas poco posibles y una legión de ciudadanos, hartos del sistema político, el principal responsable –y culpable porque no- de que esta figura, haya crecido, con el simple latiguillo casi tal lógico como cierto: “si con los normales nos fue así, porque no probar con quienes no lo son?”. Es cierto, mi perro también podría manejar un auto con caja automática, si está lleno de gente que no debería manejar. Esa es la lógica.
El otro, que decir? Nada solamente alguien con la suficiente capacidad de mentir constantemente, tras un año de no hacer absolutamente nada, busca con manotazos de ahogado, realizar acciones que solo nos hundirán a todos en una peor crisis, si es que esto fuera posible. El es el ejemplo de lo que nunca más deberíamos ser, populismo, la idea de que hay que sacarle a los que trabajan, para que seamos millones los que sin trabajar, sigamos siendo pobres y así el circulo infinito hasta que todos nos comamos con todos, claro, salvo ellos, que se enriquecen constantemente, con dietas y trabajos que apenas les llevan algunos días en el año. La promesa es, estábamos mal porque los demás tienen la culpa. Pero ahora estaremos nosotros otra vez, y los demás, seguirán siendo culpables de lo mal que nos va. Patético.
Y claro, la tercera opción es la que nos queda. Donde la propuesta es terminar con los otros. Donde haremos lo que tenemos que hacer, porque la otra vez no pudimos y ahora podremos, porque aunque no nos dejen, vamos a hacer lo que deberíamos y no hicimos. Creíble? Ojalá, pero sin convicciones, porque justamente no hay propuestas, es la promesa de terminar con los malos, no hay contenido, no hay demasiado.
Y ahí estoy, intentando convencerme de que debo dejarle a mi hijo un país mejor, de que debo convencerlo de que se quede, de que todos debemos salir adelante, aunque sea, con los menos peores.
“Y si hijo, estamos en graves problemas, para que mentirte”. Como decía sabiamente la abuela, no es mala la verdad, lo que no tiene es remedio.
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