Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Dice Byung-Chul Han que “la felicidad no es un acontecimiento puntual. Es como un cometa con una cola muy larga, que llega hasta el pasado. Se nutre de todo lo que se vivió. Su forma de manifestarse no es brillar, sino fosforecer…”
Hacia mediados de diciembre volví por algunas horas a mi pueblo, Saavedra. Recorrer sus calles fue rememorar, una vez más, aquellos días de mi infancia y adolescencia, reencontrarme con queridos amigos, especialmente con aquellos que compartimos no sólo los juegos en la plaza o en las veredas, sino también con los que cursé y egresamos hace 50 años de la Escuela Secundaria “Doctor Adolfo Alsina”. Volví a sentir esa felicidad que sigue fosforeciendo en mi interior.
Cada vez que regreso al pueblo siento más felicidad que nostalgia. Esta última nos habla de la melancolía originada por el recuerdo de alguna pérdida. Sin embargo, yo siento felicidad y gratitud. Todo colaboró para manifestarme en lo que soy. Los amigos, los mayores, las travesuras, los juegos, las maestras y profesores, mis padres, el ambiente comunitario, la iglesia, la escuela. Siempre, aún en los más duros momentos, debemos sacar fuerzas para sentir gratitud por lo aprendido e incorporarlos en ese estado de felicidad que se nutre de todo lo que hemos vivido.
Todo eso está incorporado en la historia personal, porque no vamos existiendo momento tras momento. No somos seres de instantes. Nuestra existencia se extiende desde el nacimiento hasta la muerte. Así de simple y así de complejo. En el medio sólo existe la evolución de nosotros mismos y donde cada etapa es un momento único, digno de ser vivido y motivo de aprendizaje que nos lleve a otra escala de valores y de ponerlos en acción a través de principios que vamos incorporando en ese tránsito por la vida. Como señala el filósofo coreano Byung-Chul Han, la vida es una narración, aunque “en nuestra vida diaria hoy cada vez nos contamos menos historias” y la comunicación se vuelve en “un intercambio de informaciones que paraliza la narración de historias”.
¿Qué tiene que ver la narración de historias con la felicidad? Que “las historias, al fomentar la capacidad de empatía, crean vínculos entre las personas. Generan una comunidad”. Generan valores y aprendizajes. Allí reside la felicidad, porque es la raíz, es esa larga cola de un cometa que se hunde en lo vivido y se manifiesta fosforeciendo.
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