Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Nos estaremos equivocando? Es la pregunta que ronda en mi cabeza, viendo como una vez más, otra tormenta de la que todos los pronósticos daban como “no falla”, siguió de largo y dejó poco y para muchos, nada. Y no hablo de las equivocaciones de esas que muchos aducen al corto plazo, al del cambio climático ocasionado por el hombre, al del medio ambiente distorsionado, etc etc, nada de eso, soy de los que firman “ya mismo” la teoría de que no existimos en la línea del tiempo del planeta y que esto es parte de sus contínuos ciclos, donde las sequías, inundaciones, calentamientos y fríos extremos, son solo parte de una historia de la cual nosotros, ni siquiera estamos en pañales.
Hace no tiempo atrás en mi paso por Chile, me llamó la atención la diversidad productiva, no se trata de compararse con nadie, recordemos que llevamos medio siglo de gobiernos que de una u otra manera, hablan de la producción, de la exportación, del campo, de los alimentos, pero hacen lo imposible por secarlo, por dejarlo siempre a media máquina, esa es nuestra realidad, ayer, hoy y siempre y sabiendo eso, es donde tenemos que seguir intentando una rentabilidad donde no siempre la hay. Dicho esto, ver en zonas casi desérticas, frutales bajo riego, viñedos, producciones de semillas, cultivos de gruesa en un verano intensísimo, forestación implantada para producir madera y papel en el medio de la nada, hacienda, pollos, cerdos, etc, habla de que lo de “producir alimentos” no es un cuento que nació en el campo Argentino y donde hay tierra y espacio en el mundo, la obsesión es producir y en Chile sobre todo, exportar. Esa es la meta, esa es la fortaleza, esa es la obsesión de todos. No estamos locos, simplemente, estamos maniatados, y ese es nuestro gran problema.
Por eso en estos días, escuchando cómo se produce en Estados Unidos, o ver publicada una nota de diversidad productiva en el diario La Nación, nos lleva a ver, que solo producir trigo, vacas, maíz o soja, es una clara limitación de explotación productiva. Ojo, no hablo de los clásicos “especialitis” donde todos sabemos que aquí, desde el primer al último funcionario del estado pondrán las mil trabas burocrácticas para impedirlo, nadie piense en un “faena y venta en el campo”, o vender un Wagyu o una especie alternativa, eso es casi misión imposible, o pregunten lo que tienen que trabajar quienes se agruparon para exportar ovinos, como si fuera una especie exótica y desconocida por el productor nacional.
Tal vez hay que abrir la cabeza, las redes pueden ser un nexo excelente, para que quien hoy tenga una simple vista a la sierra, a una laguna o un lindo casco, sin hacer demasiado se posicione en turismo rural, en zafaris fotográficos, en un día de campo con tareas típicas de una jornada de trabajo, en un paseo a caballo, en cosechar a mano, en las cosas que para quienes andamos en esto, son simples y tal vez hay un mundo, tan pero tan alejado de la naturaleza, que con una simple “red social” hoy podamos atraer, lógicamente después sumando otras cuestiones, como forestación, frutales, quintas orgánicas, etc, etc, todas cosas fáciles y simples de hacer, basta con preguntar aquellos que han emprendido el vender dulces caseros, frutas o huevos de “gallinas felices”, no hay que pasarse de rosca a la hora de buscar ser diferentes, criando y tratando de vender carne de ñandú o como alguna vez el propio Ministerio de Agricultura fundió a cientos, criando conejos y otros, como si fuera el negocio del futuro.
Las oportunidades son para aquellos que están preparados, no caben dudas que la frase es abarcativa. Pero sobre todas las cosas, no podemos seguir dependiendo año tras año, que un Niño o una Niña, nos salve la campaña, es demasiada exposición a un fenómeno que sobre todo en zonas como el sudoeste, nos va a dar más veces la espalda que la cara.
Cómo producimos, como nos adaptamos y sobre todas las cosas, qué somos capaces de cambiar, son las respuestas al interrogante tan insoportable y tan limitado intelectualmente, llamado, “y cuándo va a llover?”.
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