Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Vuelvo sobre algo que es preciso que asumamos. Colectivamente, hace mucho tiempo, los argentinos no pudimos o no quisimos advertir que la historia giraba en una esquina. Decidimos no hacerle caso y haciendo gala de una peligrosa vocación suicida seguimos derecho cuando todos doblaban. Lo pagamos con el porvenir, y hoy, nos quedamos no sólo sin plata, sino con un país devastado.
El nuevo Gobierno ya puso una música diferente a la que vinimos escuchando y bailando en los últimos 20 años. Por lo tanto -como dice el economista Salvador Di Stefano-, hay que bailar al nuevo ritmo. No obstante, hay muchos representantes en el Congreso de la Nación que se resisten al cambio y a perder las cajas y privilegios, como así también su statu quo de no hacer olas, y continuar haciendo egoístamente la plancha en desmedro de los ciudadanos de a pie.
El reciente rechazo en el Senado de la Nación del DNU presidencial pone en duda la esperanza que había suscitado el denominado Pacto de Mayo, como un punto de partida para la reconstrucción republicana que necesitamos afirmar de una vez por todas después de 40 años de esta nueva etapa democrática y de la que parece no hemos aprendido nada. O sí hemos aprendido algo: acostumbrarnos a que nos roben descaradamente en la cara un puñado de políticos, sindicalistas y miembros de organizaciones denominadas “sociales”; además de ver como algo natural que la Justicia se corra la venda y deje pasar como si nada los más aberrantes casos de corrupción e incluso del asesinato de un fiscal de la Nación.
No obstante, hay una obstinada y titánica tarea que se ha impuesto el actual Gobierno, de encarar políticas de Estado que nos saquen de las continuas y remanidas “refundaciones” realizadas en los últimos 40 años y que, de una vez por todas, comencemos a construir un camino previsible. Y, como todo inicio de ruta, debe tener un rumbo, saber a dónde queremos llegar. Lo demás requerirá desprendimientos ideológicos, mucho trabajo conjunto, herramientas idóneas, y gestión responsable y comprometida.
Lo que no podemos hacer como ciudadanos es exigir respuestas rápidas a problemas que tienen más de 90 años; pero sí podemos demandar consensos, diálogo y acuerdos de políticas públicas que conlleven a lograr solucionar en el tiempo las demandas de la sociedad. Y esto en todos los niveles, y atravesando con vasos comunicantes el ámbito municipal, provincial y nacional.
La nación se debe construir diariamente desde la independencia de poderes que fija la Constitución Nacional, y también desde la pertenencia, la participación y el compromiso, y no desde el rencor partidista o sectario y mucho menos desde el relato histórico falaz o de la payasada que vimos el jueves pasado en el Senado, cuando los ahora “demócratas” kirchneristas, ayudados por algunos pocos aviesos paracaidistas que se dicen radicales, voltearon el único DNU del presidente Milei, cuando por décadas aprobaron a libro cerrado cientos de DNU de los Gobiernos de turno.
Finalmente, una simple y humilde reflexión para políticos, sindicalistas, líderes de movimientos sociales y para el propio Gobierno. Cuando se crean omnipotentes en el poder, deberían releer a Jorge Luis Borges, quien señala que la paradoja central de la existencia consiste en que al hombre le horrorizan la enfermedad, la vejez y la muerte, y está condenado a las tres cosas. Pero puede romper el cerco inexorable de su destino religándose a través del diálogo sincero, el consenso y la ayuda mutua, una vieja fórmula poderosa y exitosa ante la figura del autismo y el egoísmo.
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