Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Estar fuera de nuestro habitual hábitat, trabajando o disfrutando de vacaciones, siempre nos permite encontrarnos con nosotros mismos, comparar y aprender en medio de un mundo que se hace cada vez más vertiginoso.
La velocidad no la encontramos sólo en el transporte o en las noticias, sino principalmente en las circunstancias que nos rodean. No es sólo cambiar de lugar o de opinión, sino de mundo. Sin lugar a duda, nuestra existencia se ha vuelto planetaria, porque el mundo nos visita cada vez más a través de las redes sociales.
Una catarata de noticias nos suele atascar la PC biológica que es nuestro cerebro. Como en tantos órdenes de la vida, aquí también la cantidad atenta contra la calidad. Pero la solución no está en aislarnos. Nunca la enajenación fue un remedio. Hoy es necesario que estemos integrados al mundo, porque en la actualidad y en el futuro el mundo es y será nuestra sociedad.
Rudyard Kipling -el autor del Libro de la Selva- decía: “¿qué podrán saber de Inglaterra los que no conocen más que Inglaterra?”. Hoy podemos repetir, parafraseándolo: “¿qué podrá conocer de su pueblo, de su región, de su país, el que no conoce el mundo?”
Ser mujer u hombre es una empresa, una tarea, un quehacer. No es un fenómeno biológico sino cultural. Esto hace que los demás nos conozcan y nosotros con nosotros mismos y con los demás. El conocimiento cultural del mundo involucra travesías físicas y mentales. Viajar por la geografía y por la historia es una manera de encontrarnos a nosotros mismos.
Seguimos estando en la cresta de la ola de un tiempo vertiginoso. El filósofo Heráclito hace casi 2400 años sentenció: “quien no espera lo inesperado, no lo reconocerá”. La velocidad histórica de nuestra época consiste en que la rapidez para generar situaciones inéditas es formidable.
Por eso, todos tenemos que aprender que el que se quede quieto no permanecerá en su lugar originario, sino que retrocederá y, en poco tiempo, puede quedar rodeado de un paisaje extraño y desconocido. Esto debe hacernos reflexionar en un día como hoy. Sin olvidar las lecciones del pasado, pero sin detenernos a vivir en él, debemos seguir avanzando con coraje y, a la vez, desarrollando la inteligencia del cerebro y del corazón para no repetir el error de no oír, de no ver y de no hablar de los nuevos desafíos que tenemos por delante.
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