La misma teta

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

En estos días una vez más la problemática de los caminos rurales, desnudó la frágil infraestructura que se tiene ante un simple fenómeno llamado lluvia. Es difícil de entender, seguramente si intentáremos explicarle a alguien que no es de aquí, que el mayor exportador de aceite de soja del mundo, que uno de los principales exportadores y productores de carne vacuna, el de los más importantes de maíz, trigo o cebada, simplemente no pueden entrar o salir del campo cuando llueve, la respuesta será o una sonrisa incrédula o una cara llena de interrogantes. Sin embargo, a la hora de cobrar, son muy pocos los municipios en el largo y ancho territorio, que no recauden tasas viales, arreglos, supuestos caminos asfaltados y un sinfín de mentiras que arrastran años y años de abandono.

 

Hasta no hace mucho, la red vial de caminos, se componía de unos 400 mil kilómetros, de los cuales, un 81% era de tierra. No hace falta decir mucho con ese dato, si quienes generan las divisas que el país necesita, ni siquiera pueden llevarlas a una ruta principal y ni que hablar a un puerto, el resto es todo “zaraza”. Qué decir de la ciudad de Bahía Blanca, uno de los principales puertos del país carece de una doble via para acceder al puerto, el mismo que durante años, se hizo millonario recaudando en concepto de exportaciones, dragados, aduana, etc, etc, no devuelven un peso al sector primario, de todo lo que se llevan, incluyendo desde ya, a todo el Polo Petroquímico, tan cómplice de la desidia, como el mismo Municipio.

 

No es para hablar demasiado, pero podemos sumar en el mismo orden, el paupérrimo estado de los accesos a Ququén o la misma Ruta que conecta Rosario-Bahía Blanca, donde siempre fue más importante una autopista entre Mar del Plata y Capital para llevar y traer porteños, que las vidas de cientos de miles, que deben esquivar millones de camiones, por el negocio que significa, desmantelar los trenes en pos de un sindicato que todo lo puede.

 

Las lluvias son vitales para el campo, sin ellas –nuestra zona es la mayor testigo- prácticamente no hay vida, en dos años de sequía se cayeron todos los rindes por el piso y hoy ante la oportunidad de una revancha, las sojas se pasan, los maíces por igual, y la eterna y casi centenaria pesadilla de cualquier tambo, al saber que habrá dos o tres días por delante, de producción sin traslado, propio de un país de tercer o cuarto mundo.

 

Ya no se si vale la pena seguir hablando del conurbano, del enorme negocio político que esto ha significado y la probable “sin salida” que esto significa, pero seguir adelante con una provincia que maneje los problemas de Corfo con los de Luján o La Matanza, es sencillamente un disparate, más aún cuando lo que importa, no son las toneladas de trigo que pueden generar el pan de una mesa o los novillos que irán a Puerto Madero convertidos en un bife de chorizo, lo único que importa es que allá hay millones de votos y por aquí, solo unos tibios paisanos protestando, eso es lo que somos, solo cuando sentimos que la mano en el bolsillo ya es obscena, por ahí, tal vez, quien dice, podemos llegar a enojarnos.

 

Llueve y por más que alguno se inunda, es una bendición, pero aquí créanme, se termina convirtiendo en un mal deseo para muchos. Llueve y al igual que el hombre de las cavernas, debemos quedarnos quietos, porque así lo entienden quienes gobiernan, total la teta, siempre da leche y la vaca no se queja.

 

Llueve y a los intendentes, les preocupan las alcantarillas, los charcos de la esquina y los pozos del centro. El resto que pague impuestos y tasas, si total nadie se enoja demasiado, tan importante entonces no será. La pregunta eterna, “qué hace falta para que digamos basta?”

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