Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Las tribunas se vienen abajo, gritan, chiflan –pero el chiflido campero, el del festejo- aplauden, ovacionan. No es ni una cancha de fútbol ni es un “rockstar” o un “influencer” el que saluda, pero la escena es similar o más apasionada aún, viendo como se toma el trabajo, de estrechar mano por mano, de frenar una milésima de segundo para una selfie, les sonríe a todos, les contesta cuando alguna pregunta cae del “aire”, es todo sintonía, es emoción que llega a todos los presentes.
Uno intenta entender ciertas cuestiones, pero la primera reflexión sería, “qué fácil es esto” a la hora de ver, cómo unos “cuántos gauchos” con la sola condición de no “apalearlos”, “ningunearlos”, simplemente prometiendo sacarles la pata de encima, son capaces de tanta efervescencia, de generar esperanza de la nada misma, ese es el motor del campo, la capacidad de autoconvencerse de que siempre es posible, no necesitan mucho más, porque solos son capaces de todo.
Les cuento? Mientras todos sufren –campo incluido- la suba de los insumos, los costos dejando poco margen, los granos por el piso, el mostrador derrumbado y todo lo posible para “achicar” o meter el freno, estos gauchos solo van para el frente, no hay manera de hacerlos jugar a menos. No hay otra manera de analizar, que en este contexto, la Asociación Argentina de Angus, la Sociedad Rural Argentina y medio centenar de cabañeros, organicen una Exposición en pleno predio de Palermo, superior a las dos anteriores, con más animales, con mejor calidad, abarrotados de sponsors, con tribunas colmadas, con ganas, con pasión y con esfuerzo, con mucho pero muchísimo laburo, renovándose a si mismos, las esperanzas de que esto es posible.
Hagamos unos números al voleo para comprender, de qué hablamos cuando decimos, “esperanzas”, para que el término no quede en el aire. Las posibilidades de ser finalistas en una jura de clasificación con un animal de pedigree no son demasiadas, por eso si bien el total fueron unos 500 animales, unos 400 componen la categoría individual. En esta Expo hay doble chance –negros y colorados – así y todo, solo 18 machos y 18 hembras, llegan a esa fila finalista, de los cuales, solo 3 de una y solo 3 de otra, se llevan una bandera de esta suerte de “podio”. O sea, de 400 bichos, habrá solo 12 con posibilidades reales de un premio importante. El resto, va porque sabe que con solo estar, hay un motor que logra ponerse en marcha, gane o no, el motor sigue funcionando.
La noticia de la llegada del Presidente al predio apareció confirmada apenas una hora antes. La seguridad hizo lo que pudo, el resto, fue Javier Milei al desnudo, sino pregúntenle a quienes vieron como por primera vez en la historia, un Presidente posaba una bandera sobre un Gran Campeón. Y ni que hablar cuando el cabañero le pregunto si podía abrazarlo para la foto y Milei le contestó, abrazando al cabañero.
La historia siempre se construye con fotos y la del día viernes, quedará en la retina de muchos de los presentes, por carisma, por simpleza y por volver a entender, que quien preside a los Argentinos, no tiene una sola pizca, de la enfermedad que nos ha traído hasta el fondo el abismo, la política. No construye poder, no entiende su cargo, no se molesta en cuidarlo y si existe algún protocolo que debe cumplir, el se encarga en un segundo de destrozarlo.
No hace falta demasiado para que un país que tiene todo, salga adelante, lo único que necesitamos es que todo el aparato político, sindical, gremial y los cientos de miles de “seres oscuros” que trabajan día a día para hundirlo, se corran a un costado. Por eso, un presidente que prometió y cumplió ajustes, que no es un ancla para el que produce y que además deja la sensación de ser “un simple vecino” a cargo de intentar borrar la “lacra nacional”, es más que suficiente para que muchos, vuelvan a creer.
El viernes, fuimos parte de la historia, una historia que necesita imperiosamente que la política, se corra a un costado para que el resto, comience a trabajar en paz, por un país con futuro.
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