Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
“Vivir es narrar”, nos recuerda el filósofo Byung-Chul Han, para señalar que “en la narración anida la fuerza de los nuevos comienzos”, porque la vida no es un fresco egipcio donde los personajes permanecen hieráticos sino un nudo contradictorio y dinámico donde cada uno de nosotros estamos en constante mutación.
Los ríos, si tomamos el pensamiento del filósofo griego Heráclito, representan la idea de nuestra existencia. Son los mismos y son distintos: permanecen y cambian. Forzosamente son sinuosos. El cúmulo de actos es el caudal vital que labra su propio cauce. Ninguno regresa a la montaña donde nació, y desembocan en el mar. Esa fidelidad evidente es la que podemos y debemos exigirnos los seres humanos. Se trata de tener una coherencia mínima que no niegue el origen de nuestra libre elección.
A medida que crecemos, que evolucionamos, enfrentamos el desafío de construir nuestras vidas. De allí que de la selección de nuestros materiales interiores y exteriores dependerá el armado y la ejecución de esa narración.
Es cierto también que la vida humana, siempre, es drama, y que a veces desemboca en tragedia y atraviesa períodos de comedia. También, a veces, algunos se dejan simplemente llevar por las aguas de la vida, flotando a la deriva, porque son náufragos que aspiran a ser simplemente arrastrados por la fuerza de la corriente. Estos son los abúlicos, de los que hay muchos en nuestro país. Son aquellos que terminan impidiendo que se desarrollen cambios profundos, avances que nos lleven a otro nivel. Su comodidad se centra en una ideología que los arrastra zigzagueante por un cauce poco profundo y desemboca en un pantano.
Una vez más, estamos ante un punto de inflexión histórica para despertar a los abúlicos, despertar nuestra vocación de ciudadanos comprometidos, ya no con un gobierno, sino con el deseo irrefrenable de comenzar a vivir narrando nuestras propias historias y las de nuestra nación a través del trabajo, del diálogo, de debates serenos y airados, de ideas contrapuestas, de proyectos, de iniciativas audaces o prudentes. Porque, como señala el filósofo coreano Byung-Chul Han, “toda acción transformadora del mundo se basa en una narración”.
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