Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Da bronca, realmente da mucha bronca. La impotencia no es solo económica –uno, dos, diez o los que sean- siempre son un impacto para quien los pierde. Pero hay otra sensación mucho mayor, la de total desamparo, la desprotección más grande, la lucha en soledad y el hecho de saber que la justicia, reacciona sin conocimiento alguno.
Para muchos lo ocurrido en Olavarría, es un hecho menor, dos terneros y haber logrado una condena por un delito denominado “abigeato”, era al menos un consuelo, era lograr “colgar el zorro en el gallinero”, para todos aquellos que tras la condena de 5 a 6 años de prisión, les mostraba que la cosa iba en serio. Pero como la justicia en este país hace rato no hace cosas serias, la apelación cambió el delito a robo simple y las condenas se redujeron drásticamente.
Muchas veces en la radio ante charlas informativas, muchos se sorprenden de que en el campo aún, haya creencias, misterios y algunas cuestiones que para el común de la gente, llaman poderosamente la atención. Pero cuando la inmensidad de la noche, cuando la soledad absoluta y sobre todo, cuando el desamparo es mayúsculo, el temor, los miedos y la completa “indefensión”, siempre terminan impactando en las conciencia de la gente, no es una cuestión de ignorancia, es una cuestión de defensa propia.
Es cierto que en países como Estados Unidos, en determinados estados, cruzar un cerco de alambre en un campo, es delito, es invadir propiedad privada y es incluso, arriesgarse a que quien está dentro de dicha propiedad, tenga el derecho a defenderse, más allá si quien invade, esté armado o vaya a saber que intenciones tenga, porque justamente no hay nada más importante, que los derechos individuales y de propiedad, por lo cual, atravesar esa distancia entre lo propio y lo ajeno, pone “fuera de derecho” al intruso, quien está “a derecho” es el que se defiende de lo desconocido, asi de sencillo, por eso, todo el mundo respeta la propiedad ajena.
Lejos de pretender semejante inmunidad judicial, en nuestro país parece que detrás de una tranquera, saltando un alambrado, entrando a un galpón, apropiándose de elementos ajenos, pocas veces se esclarecen los delitos. Sin ir más lejos, en Coronel Pringles, prácticamente mes a mes, siempre alguien se hace de un animal ajeno, terneros, caballos, lo que quede a mano, total, la policía mira para otro lado, para el Intendente está fuera del asfalto y quien sufre, marche preso, a la sociedad mucho no le importa.
Criar un animal en estos tiempos es un verdadero sacrificio. Inversión, esfuerzos, pelear contra el clima, impuestos, guías, permisos de tránsito, habilitaciones, marcas, vacunación, frigorífico habilitado, sanidad correspondiente y cientos de “etcéteras” que en un segundo, quienes carnean un animal, poseen todas las libertades de traslado, faena, venta y comercialización y nadie es capaz de revisar carnicería por carnicería, cuales son los orígenes de cada uno de los cortes, que muchas veces se venden en los pueblos y por qué no, en los barrios de las ciudades.
La hipocresía, siempre arranca por el estado, es el primer empleador en negro, es el primer abanderado de mirar para un costado y mientras tanto con la justicia como el primer aliado, quien delinque, quien roba, quien es corrupto, quien está fuera del sistema, tiene libertades absolutas. Después escuchamos a funcionarios ministeriales, rasgarse las vestiduras hablando de habilitaciones, de controles, etc, porque siempre, se pesca en la pecera, nunca fuera de sistema.
Ojalá algún día, los productores agropecuarios puedan integrar esa casta que poseen todos los ciudadanos que tienen asfalto, luz, agua, gas, señal de celular, internet, justicia y otras cuestiones, que en el campo parecen ser negadas. Verdaderos Ciudadanos de segunda, donde ni siquiera robarles, parece un delito.
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