Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
La distancia es una situación corriente para quienes transitamos el sector agropecuario. El simple hecho de ir al campo, suele significar tener que recorrer a veces cientos de kilómetros, otras el viaje es por un congreso o una jornada donde la estadía no siempre es de un solo día, los remates son algo casi cotidiano en la vida de alguno de nosotros y las exposiciones suelen ser el momento donde encontrase, es tal vez uno de las fotos para el alma más esperadas.
Los tiempos cambiaron, es cierto, las edades cambian nuestra mirada, los encuentros tienen otro significado, los recuerdos no siempre son importantes ya que a veces la sencillez, la profundidad y la relación lograda, van más allá del tiempo, de lo vivido, o de lo compartido, adquirimos la capacidad para intuir que este nuevo tiempo, tiene que tener la apertura y la sensibilidad para comprender que este nuevo contacto, tiene todo lo que necesitamos.
A esta altura hablar de la “amistad” trasciende todo tipo de formato previamente conocido. Desde el tiempo de las redes, el no siempre valorado “wasap”, con sus formatos de audios, videos, todo esto potenciado tal vez por la pandemia que dejó nuevas formas de comunicación, nos ha preparado y forjado para que nuestras relaciones, tengan esa conexión que tal vez años atrás, no existían sin un bar, sin una cancha, sin un evento.
Sin darnos cuenta muchas veces, esperamos estos momentos, Palermo es el ámbito para muchos, donde quizás tan solo por esta vez, esa mano estrechada, ese abrazo de reencuentro, la charla, el mate, una cena o un almuerzo y tal vez hasta una tribuna, serán parte de este ritual que seguramente tiene como en los animales, “el dimorfismo sexual”, sin caer ni en machismos ni feminismos, pero que claramente nos diferenciamos en esa capacidad, ese poder abrirnos tal vez por un solo día al año, con ese amigo de toda la vida, con el recientemente conocido o con quien cruzamos relaciones laborales, sin importar ni dudar, a la hora de dejar al desnudo por un rato, nuestros temores, nuestros problemas, nuestras alegrías a compartir.
Las amistades al paso cada día son más valoradas, no porque aquellas que hemos construido por años no tengan la validez y la importancia que claramente poseen, pero lo cierto es que quienes tenemos la “dicha” de vivir “en los caminos”, hemos aprendido que el mejor consejo, puede estar en el lugar menos pensado. “Los mejores amigos, a veces son aquellos desconocidos” reza una vieja canción de La Portuaria y doy fe, porque muchas veces en la soledad, en la distancia, nacen oídos y palabras que estaban ahí, esperando la oportunidad de expresarse.
Muchos seguramente no comprendan esta suerte de “secta de amistades” que se construyen en un grupo de chat de amigos, unos allá por el Uruguay, otros por el norte de Córdoba, el centro siempre representado y el sur, con esa sensación de que siempre hay manos abiertas esperando para una mano, para una visita o para una simple opinión a la pasada. Sino cómo explicar que tal vez una o más veces al año, gente que quizás no se vio una sola vez en la vida, viaje cientos y cientos de kilómetros, para compartir un almuerzo, una recorrida, una cena y pegar la vuelta, cuando el viaje seguramente, duró más o casi lo mismo que el tiempo compartido.
En la Argentina sobre todas las cosas (y tal vez Uruguay como país hermano tenga las mismas costumbres) hay un valor que jamás decae, que cotiza cada día más en la “bolsa de importancias de la vida" y que curiosamente a pesar de tener menos tiempo, de abrir más distancias y de no tener la inocencia de otros tiempos de adolescencia o de niñez, crece día a día junto a la enseñanza que nos da la vida y que a medida que transcurre nos enseña que en cada encuentro con esa o esas personas con las cuales vivimos aunque sea unos instantes, se gana vida, se gana tiempo, se acumula un valor que tarde o temprano, no habrá plata ni tiempo, que pueda superarlo. Amistad, ese regalo que como ningún otro, se llama presente.
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