Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
Cuando se es gobernante, no se administran sentimientos sino intereses. La diferencia es fundamental y radica en que el gobernante tiene el poder y el estadista sabe qué hacer con él aparte de tenerlo.
La política del estadista está dirigida a modificar las circunstancias actuales para mejorarlas, y debe defender interese concretos valiosos siempre, más allá o más acá de lo que dicten sus preferencias emocionales.
¿Por qué señalo esto? Porque me parece que el señor presidente le da más prioridad a lo emocional, al buscar -como se dice comúnmente- “roña” con propios y extraños, en vez de centrarse en lo que es importante: gobernar, ser el piloto que lleve al barco hacia mejores playas. Sin embargo, insiste en ser obstinado, terco. Podríamos dar crédito de esto en plena campaña electoral y en sus primeros discursos, pero después de siete meses de gobierno, este presidente que es tenaz, ya se está transformando en contumaz, por el error en que insiste.
¿Será que exacerba esta condición rebelde porque detrás de él hay una suerte de “Rasputines” que, como pica sesos, le dan letra? Porque no debería andar como perro y gato ahora con la señora vicepresidente de la Nación, siguiendo el camino de otros presidentes en nuestra historia nacional. Si no, recordemos algunos conflictos con vicepresidentes de esta última parte de la historia democrática argentina: Carlos Menem con Eduardo Duhalde, De la Rúa con “Chacho” Álvarez, Néstor Kirchner con Daniel Scioli, Cristina Fernández con Julio Cobos, Alberto Fernández con Cristina Fernández… Y si nos vamos hacia a tras en el tiempo, hay otros ejemplos que no viene al caso traerlos. Pero los hubo y que algunos lo han descripto como una suerte de “maldición de los vicepresidentes”.
Quienes votaron al actual gobierno y quienes no lo votaron, desean que no se siga viviendo de espaldas al porvenir y, para ello, el señor presidente debería enfocarse más a gobernar, construyendo el andamiaje de esa visión de futuro, de proyecto de país que nos entusiasme y nos convoque.
La democracia se construye desde el diálogo, desde el consenso. Nuestro país vive nuevos y dramáticos tiempos que deben ser ayudados por todos a construir un espacio común en mejores condiciones de las que hemos sido depositarios. El porvenir deviene de la mano de más neuronas y menos hormonas y peleas estériles que no conducen a nada.
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