Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Se acuerdan cómo eran sus amistades de chicos? Aquella hermosa capacidad de con una tarde de potrero, de caminatas, de ronda de juegos o cualquier actividad que simplemente nos juntara, teníamos la virtud de encontrar fuertes lazos que hasta muchas veces, nos unirían para siempre en una amistad verdadera. Tal vez la inocencia, quizás la afinidad, la pureza pero sobre todo, la simpleza esa que nos simplificaba todo a la hora de las decisiones.
Creanme, en el sector en que vivimos esa niñez de amistades perdura, a pesar del tiempo, de la edad, de las ocupaciones y hasta de las diferencias en regiones, en actividades o lo que sea, aún ese puente se construye, increíblemente ese enorme cheque al portador llamado confianza, permanece intacto, más aún en el interior, sobre todo en el campo, en los pueblos, donde todavía está latente, esa oportunidad de juntarse de poder “comulgar” en ideas, en gustos, pero sobre todas las cosas, en pasiones.
Fueron mil kilómetros hasta llegar a destino, alguna vez alguien nos presentó en un remate, hubo una charla, un intercambio de ideas parecidas y un lazo que nació virtualmente, en esa linda apertura que regala la radio, el wasap, los videos o los “audios”, donde todo parece entrelazarse, donde todo nos conecta. “Qué fenómeno que viniste!” me dice emocionado el cabañero, mientras me atrapa en un abrazo propio de un hermano, de un amigo de toda la vida, de alguien que ha compartido pasiones y me quedo en ese instante pequeño pero duradero, entendiendo que esa inocencia llamada “confianza” está intacta en muchos de nosotros. La charla se hace amena, en pocos minutos nos sentimos como de “toda la vida”, mientras que en esos juegos del destino, de las similitudes y sobre todo de las pasiones, a mil kilómetros me encuentro en una mesa rodeado de muchos de mis amigos que sin saberlo, compartían la misma amistad, el mismo gusto, idénticos sueños.
“Increíble” pienso para mi mismo, rodeado en un almuerzo por gente que me cruzo continuamente, y más aún sin saberlo, campo por medio al que mi gran amigo Pepe Ibaldi, visita hace ya más de una treintena de años. Destino dije? No, acá hay otra cosa, hay otra energía, hay un camino que sin dudas donde transitamos en determinada frecuencia, nos unimos sino todos, muchos de nosotros, no me caben dudas.
Pienso en el remate, ese que tal vez ni siquiera soñó el cabañero, que como un chico hoy disfruta, con luces, con música, con una suerte de show que pone a disposición de sus amigos, esos que como ayer, hoy comparten sus gustos, sus propios sueños.
El paso de la tarde me va dejando solo en la mesa, “puedo?” preguntan dos productores, abriéndose paso a la invitación. Charlas, negocios, opiniones y en un rato hay una nueva relación naciendo, la magia de compartir se vuelve a abrir caminos, en intercambios de teléfonos, promesas de conocer la zona, enviar fotos de lo que se produce y entender que los puentes están construidos, que solo hay que transitarlos para poder seguir avanzando en esto de las pasiones, en esto de que no hay forma de no conectarse.
Aquellos niños con sueños de grandes, tuvieron la simpleza que hoy muchos de los que vemos la vida de otra manera, podemos tomarla, podemos disfrutarla, podemos multiplicarla. Viejos sueños, nuevos sueños, no hay que ser niños para seguir creyendo que la amistad, sigue siendo la mayor ambición que todos nosotros, podemos construir. Simplemente hay que dejar que ese niño interior actúe y el resto, -esa magia créanme- se produce sola.
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