Esperando la primavera

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Entramos en septiembre y ya olfateamos la primavera. El crudo invierno que estamos sufriendo nos la hace esperar con ansiedad y cualquier atisbo de temperaturas por encima de los 16°C nos produce una sensación de esperanza.

 

Juro que cuando llegue con toda su magnificencia no me quejaré del polen que me causa alergia. Gozaré de los días que comienzan a ser más largos y de sus amaneceres; de las temperaturas algo más templadas y de la lluvia.

 

Admiraré el renacimiento de cada planta que cargará nuevamente sus hojas, flores y frutos. Los sembrados de trigo y cebada iniciarán su camino hacia el desarrollo definitivo, su polinización y formación de los granos. También, en los lotes comenzaremos a observar la emergencia de malezas y la lucha de éstas con los cultivos, para ver quién prevalece, y la preocupación del agricultor por controlar esa insurrección natural.

 

Aún faltan 20 días para que llegue la primavera y, con ella, el día del Estudiante y de las celebraciones llenando los parques de la ciudad o las plazas de los pueblos, o las playas de Monte Hermoso, o las serranías de Sierra de la Ventana. Aquellos que peinamos canas, en nuestro pueblo, algunas veces nos íbamos caminando hasta la Ermita, distante unos 7 kilómetros de Saavedra, a hacer el picnic. El trayecto podía ser en bicicleta, en auto, o caminando.

 

Cuando estábamos en la universidad, ya más mayorcitos, con mi amigo Raúl íbamos a Monte Hermoso con alguna carpa, pero en esos días, a veces el invierno no quería despedirse y no era el refugio ideal. Igual nos divertíamos. Teníamos 19 años y muchas ilusiones en el corazón.

 

Sin embargo -como lo advierte Ernesto Sábato- “al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargados de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores lo tienen”. Por eso llama a “revalorar el pequeño lugar y el poco tiempo en que vivimos, que nada tienen que ver con esos paisajes maravillosos que podemos mirar en la televisión, pero que están sagradamente impregnados de la humanidad de las personas que vivimos en él”.

 

De allí que, desde hace un tiempo a esta parte, me toca semblantear esa alegría que trae la primavera y sentirla no sólo en mí y en mi esposa, sino también en mis hijos y en mis nietos. Son la extensión de la vida, de esa vida que prosigue en toda su plenitud, y cómo la estación más bonita del año despierta, florece, alienta, embellece, trae nuevos amigos y paisajes.          

 

Por favor, adelántate querida y añorada primavera…

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