Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
La historia de Jhon Dutton la hemos contado varias veces, no por fanáticos sino por real, porque gran parte de lo que ocurre en esta familia de Montana, es trasladable desde Pergamino a Chasicó, involucra desde el ganadero hasta el arrocero, no tiene fronteras, hay cuestiones del campo, que no las separan ni el idioma ni las hectáreas, de hecho es un tema tan recurrente que hace poco un amigo que muchas veces consultamos como técnico, lo tiró al pasar, “tengo que hacer las cosas más fáciles porque sino mis hijos, se van del campo”.
Por eso y mucho más, Jhon Dutton intentó que sus hijos no solo contaran vacas, de hecho el único que seguía haciendo su trabajo, el mismo se encargó de dejarle claro que si hacía lo mismo que él, desaparecía, que su mirada tenía que ser por demás mucho más amplia. Por eso también, casi obligó a uno de sus hijos a seguir abogacía, para que defienda sus tierras, a otra hija rapidísima con los números, para que no deje nada al azar y a quien vio más despierto, lo mandó directamente a ser la patrulla rural que todo lo cuide, así de preocupado pasa cada capítulo de la serie Yellostone, obsesionado por no ser la última generación que cierre la tranquera.
El legado en estos tiempos tiene enormes desafíos, atrás quedaron todas aquellas pequeñeces que pasaban simplemente por el clima, por los mercados, por las políticas, por la seguridad, por las vacas o por el trigo, el desafío de muchos es intentar que sus hijos se entusiasmen por el campo, algo muy difícil en estos tiempos, donde la tecnología, la inmediatez, la comodidad, las distancias y sobre todo, el no complicarse la vida, están siempre en el primer orden de prioridades, y si a eso se le suma escuchar a sus propios padres renegando con las lluvias, con los impuestos, con el gobierno de turno y otros menesteres, está el cheque de salida casi firmado, para un candado final en la tranquera y a otra cosa, a quién se le ocurre heredar lo que ha sido para muchos, el lamento eterno de sus padres?
Acá a veces no se trata de números, porque seguramente cuando los hijos crezcan y vean que hubo no menos de dos, tres o más generaciones viviendo de lo que se puede producir a partir de la tierra, se puede entender que hay futuro por continuar, pero para eso, no podemos seguir bajo muchos de los planteos actuales, sobre todo el manejo de los tiempos, algo que las nuevas generaciones tienen muy claro y acá no se trata de entender quién tiene la razón, hoy los más jóvenes priorizan su tiempo, el resto discutible o no, es secundario, es un problema nuestro, no de ellos.
Hoy un recibí un video donde un martillero que hace poco tiempo atrás estuvo jugando un rato con “la parka”, dejó en claro algunas cuestiones que van en la misma línea, antes de iniciar el remate y viendo la emoción del cabañero de comenzar sus ventas, lo alentó con palabras que erizan la piel, “emociónate Nacho, porque extrañamos, porque vivimos, porque adoramos lo que nos heredaron y cuando termino de rematar en cada remate, doy gracias a Dios, no por haber tenido un buen remate, sino por haber podido hacerlo. Y cada vez que nace un ternero, hay que decir gracias, por lo que hago, porque importa el camino, porque el camino me lleva a un resultado. Hay un Dios bendito que nos mira a todos, hay un Dios que dice mejoremos la pasión de cada uno, pero hay una sola cosa, la familia, y esa familia apoya no resultados, la alegría del camino, no hay una sola familia que apoye el resultado. Hereden, sepamos heredar el esfuerzo del camino, el resto, el resto Dios dirá, que Dios lo bendiga”, con estas increíbles palabras, Gervasio Saenz Valiente dejaba claro que a veces nos equivocamos en las preocupaciones, estamos más enfrascados en el resultado que en el recorrido.
El legado, un camino que solamente podrá construirse desde la sencillez, desde la pasión y cuya única semilla será capaz de crecer, cuando el nutriente de todo, sea el amor y no la queja constante. Heredar el camino, sabiduría de los que vieron un poco más allá.
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