La cabecera al rumbo, con las anteojeras puestas

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Así en la tierra como en el cielo” es una de las oraciones más resonantes en lo que seguramente significa el más profundo sentimiento de cristianos, creyentes y alguno más que estando “en aprietos” dispone del “rezo” como una herramienta para aferrarse a algo.

 

Creemos, tarde o temprano, todos creemos porque de eso se trata eso de mirar para adelante, algo que en el campo es moneda corriente, es la única forma de encarar una siembra, preñar una vaca o simplemente, cosechar una naranja. “Con la cabecera al rumbo y las anteojeras puestas” tituló un amigo y conductor sabatino en radios de campo, resumiendo como nadie esto de ser productor agropecuario, mirando solo para adelante –cual caballo del carro- sin que lo de al lado importe demasiado.

 

Por eso hay imágenes que nos permiten resumir, nuestras capacidades, nuestras limitaciones, nuestra constante tozudez de ir una y otra vez contra nuestros propios avances, los que nos permiten que el mundo nos mire con admiración o los otros, donde el mismo mundo intenta explicarse cómo a veces somos capaces de semejantes torpezas.

 

Ejemplos sobran, sino como explicar que uno de los pabellones más reconocidos en la más importante feria de agroalimentos en Paris, sea el del Instituto de Promoción de la carne vacuna, con visitas de cuánto comprador exista en Europa, con funcionarios de gobierno apoyando la misiva y dando claramente una señal al mundo del comercio, que allí estamos para hacer negocios, para mirar para adelante, para que el mundo confíe en lo que hacemos. Pero claro, ese mismo mundo vio no hace tanto, como por ejemplo cerrábamos exportaciones sin importar que acuerdos previos había, o los mismos que verán en las noticias que parte del sector ganadero protesta porque les exigen trazabilidad de sus rodeos, como negándose a “blanquear” lo que ocurre campo adentro, del mismo producto que allí en París se intenta vender como confiable, suena por lo menos, contradictorio.

 

Son las mismas imágenes que tenemos cuando después de ya mil años de vacunar contra aftosa, seguimos a las vueltas, no por la enfermedad, porque nuestro mayor problema, “es no tener fronteras confiables”, y de allí en más, surgen las dudas, las discusiones, alguien se pregunta alguna vez como pueden ver desde afuera que la respuesta sea, “y acá no hay fronteras confiables”? Entonces, que sería lo confiable? Preguntas, solo preguntas. Por las dudas, vacunamos las vacas eternamente y mandamos animales recién vacunados a faena, para que quede bien claro que nuestro doble estándar sanitario, no solo existe, es gigante.

 

Y ahí vamos, debatiéndonos si podemos exportar libres de deforestación, después de haber tenido gran parte de la cadena de comercialización de granos, a los gritos por permitir que aquí se siembre trigo modificado genéticamente (transgénico queda mal para un público no conocedor), mientras que productores y una empresa reconocida en el mundo, hicieran que esa misma cadena hoy silenciosa y sin pedir disculpas –deberían varios retrotraerse- mire con asombro como los principales países productores de trigo, siguen nuestro ejemplo, de siembra, de cuidados de contaminación, de un trigo segregado, algo que deberíamos hacer hace años y esa misma cadena de comercialización, se niega, o por lo menos no hace lo que debería, para que todos ganen y no sean unos pocos los que siempre se quedan con la diferencia.

 

Eternamente somos la Biblia y el calefón, en el país tal vez, con más beneficios “celestiales” si en la lista metemos que hemos tenido los mejores en la historia del fútbol, los más importantes en siembra directa, o los de la fórmula 1, los premios nóbeles, los de la mejor genética ganadera, los de la generación dorada y hasta el Papa salió de acá, por eso a veces uno se pregunta, “hasta cuando seguirán dándonos la palmada en la espalda los del cielo, mientras que en la tierra, hacemos lo imposible para no quedar nunca demasiado bien con nadie”.

 

Por eso sin dudas, deberíamos repasar algunas cosas básicas, que como “el Padre nuestro” fueron escritas allá lejos y hace tiempo y si bien la “cabecera al rumbo” debería ser el gran ejemplo, sería conveniente por nuestro propio bien que algún día, nos quitemos las anteojeras.

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