La misma pasión, pero en tiempos diferentes

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Y ahí vamos otra vez, el “bullyng” de las lluvias –tal cual describe Gustavo cuando en el wasap comienzan a llegar los registros- es inevitable. Claro, en esta ocasión llegar a 200 mm sobrepasa cualquier estimación, comentario que no sea de asombro y saber que cerca de Villa Iris estén inundados es realmente “paradójico”, son esas cosas que como dice francamente un “stand up” muy reconocido,  parecen esas cosas “que no te van a pasar en la puta vida” y sin embargo esta vez, pasaron.

 

“Por acá nada” se queja un productor en esa ironía de tratar de marcar el sufrimiento propio, la espera de que siempre parece llegarle al otro y la única manera de marcarlo es con la protesta, como si la alegría ajena no hubiera manera de compartirla. Mi otro amigo –otro Gustavo como si fueran pocos- alguna vez me dijo, “lo importante es que llueva, no importa si a 50 kms o 100 kms, que la manta no sea corta” explicándome con sabiduría, que cuanto menor es el área de sequía, menos animales salen a venta, menos desesperación hay por comprar rollos, menos presión hay por algún arrendamiento cercano. Esa es una verdadera mirada integral, es salir de la tranquera propia y entender que estos no son negocios de “a uno”, que el mercado lo formamos todos y que la alegría ajena, puede ser nuestra, es cuestión de saber mirar, solo eso.

 

Lo más extraño es que hay dos grupos de wasap, muy similares en número, en zona, en características, en ambos hay chicos, grandes y de los otros, pero es increíble las marcadas diferencias. En el grupo ganadero, todo es sufrimiento, si llueve porque a uno no le llovió, si sube la hacienda el problema es que sube la carne, si bajo el grano es “que justo sembré cebada”, si se suspendió el remate la desesperación salta a la vista, si la vaca no vale, si el ternero se muere, si le “cuatrerearon al vecino”, si el frigorífico no respondió a la calidad y pago todo lo mismo. La queja es casi una forma de vida, sin protesta no hay ganaderos, es la propia esencia sin lugar a dudas.

 

El grupo de Agro tiene otra impronta. La lluvia “ajena” suele festejarse, las sequías feroces se miran como una manera de aprender, el mercado jamás se cuestiona, es algo que ocurre y es una carta dentro del juego. La tecnología es una forma de vida, quien no la aplica, ya desapareció y si alguno aún queda en pie, su desaparición solo será una consecuencia de intentar siempre lo mismo, quien no aprende pierde, no hay mucha revancha en la cosecha.

 

Ni mejores ni peores, diferentes y por algo las dos miradas desde afuera, son parecidas. Para muchos tenemos la mejor genética del mundo, nuestra carne es un pasaporte mundial donde nadie, niega que tenemos de los mejores bifes del planeta. Entonces, algo muy bueno, han hecho los ganaderos por años, seleccionar, criar, tomar decisiones en cada servicio, en cada crisis, en cada gobierno. Por el otro lado, pocos lugares en el planeta tienen el conocimiento de nuestra agricultura, líderes en siembra directa, arriba en producción de soja, de los trigos de calidad más importantes del mundo, con cebadas destacadas en calidad maltera y un crecimiento constate en el maíz, donde somos pioneros en baja densidad.

 

Qué los separa? La frecuencia de sufrimientos y recompensas, donde uno día tras día, sufre por las bebidas, por los alambres, por el ternero muerto o la vaca flaca, por la pastura, por el mixer que no anduvo o el toro que se rompió. El otro, sufre igual por el clima, por el mosquito que llegó dos semanas tardes, por el granizo o la helada tardía, pero son tiempos diferentes, el sufrimiento es esporádico, tarda semanas o meses, pero en el fondo, son la misma impronta, pura pasión, pura esperanza, solo creer cada día en uno mismo, ese es el único motor del productor.

 

Nace un nuevo día y hay un productor sintiendo, por eso tal vez, sea una de las profesiones que más se vive en carne propia. Cada día, es un nuevo desafío y en este momento hay uno de ellos, saliendo a confrontarlo, a vivirlo y sobre todo y a pesar de todo, a disfrutarlo. Productor agropecuario, un negocio a cielo abierto, a mercado libre, a política con retenciones y que todos –practicamente todos- te señalen con el dedo.

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