Lo que el agua no se llevó

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Ha pasado algo más de una semana de la trágica inundación de nuestra ciudad y poblaciones aledañas, como General Daniel Cerri e Ingeniero White. Nada borra el dolor de la pérdida de vidas.

 

Asimismo, los vestigios del agua están patentizados en los cúmulos de muebles, mercaderías, ropa y barro que quedaron frente a cada vivienda o edificio de departamento como mudo testimonio de una tragedia que trae y traerá consecuencias económicas, sociales y sanitarias en el corto y mediano plazo.

 

En los campos, no solo en los alrededores de Bahía Blanca, sino también en amplias áreas del sudoeste bonaerense, el agua caída ha saturado los suelos, produciendo anegamientos de cultivos, y, a la vez, caminos intransitables, dejando aislados a productores y empleados rurales.

 

Lo comentado es solo una pequeña muestra de lo que una lluvia inédita en volumen dejó. Ahora viene la reconstrucción de lo urbano y de lo rural. Uno y otro son imprescindibles e importantes. Las autoridades no deben olvidar que ambos sectores se complementan y nada debe empañar el equilibrio de la balanza al momento de la ayuda.

 

Tampoco podemos soslayar que ese equilibrio debe primar en todos los estamentos de quienes han sido elegidos para gobernar:  municipio, provincia y nación. Sus circunstanciales administradores deben dejar de lado las banderías políticas y las mezquindades, para ser la cabeza de la reconstrucción, y sin que nadie se sienta superior por los recursos que aporta en medio de esta crisis humanitaria.

 

Sí deseo resaltar en esta columna que el dolor, la empatía y la solidaridad llegó a las antípodas, y desde allí está llegando mucha ayuda material y humana. Campañas de recolección de dinero, de mercaderías, de ropa, de enseres. No solo eso, desde los primeros minutos de la tragedia, fueron innumerables la llegada de bomberos voluntarios de la región y de zonas inimaginables; también de cuadrillas de cooperativas eléctricas que colaboraron para poner en marcha la energía en amplios sectores de la ciudad; de las fuerzas armadas y de seguridad; y la lista es amplia.

 

Tampoco hay que soslayar la solidaridad entre vecinos, de las empresas e instituciones, de cooperativas, y también de personas que dieron una mano para salvar vidas cuando el agua arreciaba por doquier. Lo mismo pasa ahora con muchísimos grupos de jóvenes que se preocupan y ocupan de llevar ropa o comida a barrios que hasta ahora no han sido visibilizados por las autoridades para alcanzar una ayuda rápida y efectiva. Estos jóvenes son un cofre lleno de sorpresas.

 

La Bahía Blanca que alguna vez fue solidaria en catástrofes que ha tenido el país, ahora es ayudada por otros hermanos que no sólo actúan solidariamente, sino que ayudan con pasión y tenacidad para la reconstrucción. Para todos hay un GRACIAS enorme que en algún momento Bahía Blanca volverá a retribuir, porque el agua no se llevó la esperanza de levantarnos y ser más solidarios.

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