Un camino muy real

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“No entiendo, vinieron desde Uruguay y ni siquiera se conocen todos? Pero el encuentro era ganadero porque había una jornada o solo se juntaron a comer y a charlar?” Me dice Flor como intentando explicar los motivos por los cuales, alguien haría más de mil kilómetros para un encuentro en donde no todos se conocen y con la única razón de juntarse.

 

Los Algarrobos, es un lugar con encantos particulares. La vista a la sierra Cordobesa y la hondonada que permite disfrutar el verde hasta donde la vista, le dan cierta magia, más allá una monturera sacada de un cuento, una matera para quedarse a vivir y un quincho que motiva a mil encuentros más, todo tiene imán para la juntada. Emplazado en la Villa El Totoral, la zona es parte del viejo “Camino Real”, ese que durante años transitaron carretas y carruajes, llevando y trayendo los productos comerciales de una vieja época, terminando allá por el Alto Perú, con sus 400 años de historia, este lugar fue el paso obligado para la fundación de Córdoba, aquí el tiempo parece estar detenido, en viejas casonas construidas entre el siglo XVIII y XX.

 

Quizás es ese “no se que” que está en el aire, lo que copiando a aquellos antiguos viajeros que como en este encuentro, llegaron desde Santiago del Estero, Tucumán, Mendoza, Corrientes, Entre Ríos, La Pampa, Buenos Aires y si, aunque parezca loco, Uruguay, no hay forma de generar una hermandad, si los vecinos no estuvieran presentes, a la hora de un buen encuentro gastronómico.

 

La vida tiene esas cosas, ese sabor de encontrarse con amigos, que tal vez nunca conociste, pero sin embargo estaban ahí, detrás de una pantalla, haciendo chistes, hablando de vacas –siempre de vacas- y mucho más de la vida misma, esa que tiene sinsabores y a veces encuentra a algún amigo en “la mala” donde allí nace el verdadero espíritu formado, el que no puede aceptar ni dejar, que se quede en banda, de allí a que es recordado, alentado y con mucho respeto, tratando de sacarlo de ese mal trance.

 

Los personajes son muchos, sería injusto dejar a alguno afuera, porque desde el anfitrión que parece nacido para estas cosas, hasta el más sencillo, pasando por grandes y reconocidos profesionales del sector, integran este heterogéneo grupo que dos veces al año, sale motivado por un encanto particular, que es la solo idea de juntarse.

 

Las charlas van y vienen, se pasa desde un viaje en Motorhome por el mundo, hasta una sequía intensa en algún campo del norte, contando la vida de quien tal vez vivió duros momentos en Malvinas, hasta el consumo del peludo, ese que se termina llevando por cantidad de gramos y de ejemplares, el consumo diario de un novillo de un feed lot, nada queda afuera, en este atrapante grupo de “Amigos Ganaderos”.

 

Y todo vale, todo sirve, por eso tal vez comer un bife de Wangus –cruza de Angus y Wagyu- se convierte probablemente en los mejores bifes alguna vez comidos por gran parte del grupo, más allá de un cocinero de habilidades majestuosas, esa posibilidad que nos regala la vida de que en el lugar menos pensado, te esté esperando el mejor momento gastronómico de tu vida.

 

Miro nuevamente el paisaje, tratando de entender los motivos, haciéndome preguntas que seguramente otros también realizan. Habrá otros “Amigos Ganaderos” en el sector automotriz, metalúrgico, textil, o de algún otro rubro con un wasap capaz de generar lo mismo? Tengo mis dudas, pero seguramente esto tiene que ver con el campo, con su gente, con sus orígenes, con sus costumbres, con su sentimiento de sentirse muchas veces fuera de todo y encontrar en otros pares -insisto, muchos de ellos desconocidos- los mismos sinsabores, las mismas alegrías, las mismas dificultades, el mismo disfrute.

 

Tal vez sea el lugar, no lo se, tal vez los motivos o quizás simplemente, las ganas de compartir con aquellos que como dijo alguna vez Don Atahualpa, “son capaces de ser uno mismo, con otro cuero”.

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