Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Aferrarse, es el instinto básico que nos mueve, nos obliga a respirar, es el que en el último momento de la peor decisión, hace que hasta el más caído, pretenda querer levantarse. No hay fortaleza mayor que ese impulso, siempre “creer” que se puede, algunos por motivos propios, otros porque “algo debe haber” y claro, en días como hoy no son pocos los que creen que se puede, porque alguien “más allá” juega con una camiseta que tiene el color de las nuestras y es el que si se le pide, entra a la cancha y hace la diferencia.
Qué nos mueve? Quien va al casino, juega una ficha porque cree, en la ruleta, en el “maitre” que maneja la mesa, en su día de suerte, porque algún día, “tiene que cambiar”. Así vivimos, en cada sequía esperando esa lluvia que tarde o temprano, va a a llegar, y no hay manera de elegirla, llega como quiere y cuando quiere, y no le importa si se lleva todo en su diluvio, si rompe, si arruina, si te deja sin nada. Sin embargo, ahí estamos todos, sacamos agua, limpiamos el barro, levantamos postes, alambres, otros aún con las casas en el agua en el medio del campo, ahí donde no hay trenes solidarios, estado presente, donde no hay absolutamente nada, alguien sigue creyendo, que va a poder, que el agua va a bajar y que allí se podrá producir nuevamente.
“No estás deprimido, estás distraído”, dice en un verdadero Mantra, Facundo Cabral, intentando explicar las razones por las cuales, no sirve entregarse, no es opción porque la vida, es solamente un paso hacia la muerte y el gran secreto se esconde, en que a pesar de que toque “remarla”, sufrirla y hasta penarla, el único misterio, es intentar vivirla. Si se disfruta, mejor, la pasión, las ganas, las ilusiones, los sueños, los proyectos, son los instrumentos para pasarla mejor, pero quedarse en la etapa siguiente y no entender que llega cuando quiere, es no ver lo más importante de este “pequeño juego” al que estamos jugando, ese que comienza cada día, y con suerte, termina cada noche, es el mayor regalo que podemos recibir, al otro día con ese momento llamado “despertar”.
Por eso siempre me quedan retumbando las sabias palabras de esa suerte de profeta, venido de Huanguelén, “abajese nomás no tenga miedo, porque es mejor abajarse que lo abajen, si abajo están las raíces y no temen, y de abajo nomás las cosas nacen, abajarse para mi no es flojedera, es pensar en los otros y aparearse. Abajese nomás no tenga miedo, que si cree que la altura es cosa guena, abajo va a encontrar lo que ninguno halló ni habrá de hallar cuando se vuela. Si el que clavó la Cruz lo hizo pa abajo por la única razón de asujetarla, También miró Pa abajo el pobre Cristo, y fue pa los de abajo que dio el alma”
Tal vez vivimos apurados, “distraídos” dice Facundo, sin entender que no vamos a ningún lado, que el mejor lugar adonde podemos apuntar, es al de donde estamos, mirando alrededor, sintiendo, acompañando, aunque suene a palabra hecha, “estando”, es el mejor lugar, la mejor condición y nada puede reemplazarlo.
No importa en qué ni como, solo es cuestión de creer, por ese simple motivo, hoy los Cristianos renuevan su compromiso, ese de “creer” en este paso llamado vida, hacia ese otro, que alguna vez lo llamaron muerte, pero no es ni más ni menos que otra etapa, continuada o no, pero que si no comprendemos que cada día vamos hacia ella, nos estaremos perdiendo la más importante de todas: esta misma, la de hoy.
Resurrección puede sonar a ciencia ficción, para otros muy elevada y estarán los que ni le suena, pero es la simple acción de creer que cada día, podemos volver a empezar, a vivir, a entender que al final de todo, cuando todo se acaba, en ese instante y en lo que sea y cada uno a su manera, en ese instante, volveremos a hacer lo que hacemos cada día, volver a creer.
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